martes, 30 de abril de 2013

Capitulo 2.


Moraleja.

La amistad es un alma que habita en dos cuerpos, un corazón que habita en dos almas.

Arístoteles.

Abrí los ojos muy lentamente pero el sol me hizo entornarlos y miré a mí alrededor. Estaba tumbada sobre mi cama y el rostro de mi padre se me presentaba a unos milímetros, entonces me percaté de que me estaba tomando las pulsaciones, mientras otro hombre con gafas, robusto y cabello canoso me quitaba una cinta que anteriormente me había estado presionando el brazo, pude deducir que era el médico de cabecera de mi padre. El hombre me sonrió.
-Nos has dado un buen susto.-dijo con tono sosegado.- ¿Recuerdas lo qué ha pasado?
-Está todo borroso.-dije con voz tímida.
Mi padre me miró complacido y luego salió hablando con el médico en voz baja, me incorporé en la cama y miré al frente que es donde estaba mi armario, y observé mi rostro en el espejo.
-Otra vez…-Los ataques de asma me suelen venir de repente y luego no me acuerdo de lo que ha pasado.
Salí de mi habitación y vi a mi madre que estaba desayunando en la cocina.
-¿Cómo estás?-me preguntó.
-Bien aun que no logro recordar qué sucedió anoche.
-Vino un amigo de tu padre.-dijo mi madre-Y por lo visto te dio un susto o algo así. No te preocupes, no pasó nada fuera de lo normal.
¿Nada fuera de lo normal? Entonces debían ser mis sueños, porque yo recordaba a un chico con una pistola y a partir de ahí todo se tornaba borroso.
Me duché y salí a dar una vuelta.

El día estaba soleado, así que me puse mis chanclas y un peto vaquero corto sin mangas y el cabello recogido con una pinza, era la única persona de toda mi familia que no utilizaba ropa de marca ni se pringaba con kilos de maquillaje, mi cutis era suave, como mucho podía ponerme lápiz de ojos y una capa de maquillaje de mi tonalidad de piel, pero no más. De hecho me asustaba cuando había reuniones familiares, las mujeres y chicas de la familia no hacían más que echarse colorete, perfilador, rímel, y más y más colorete, a veces se pasaban y yo me tenía que tragar la risa, porque más que provocativas estaban patéticas y ellas se veían como modelos de pasarelas pero lo que yo no alcanzaba a entender cómo era que a los hombres de la familia les fascinaba todo aquello.

Anduve por las calles y me senté en el columpio del parque de Calle Santuario, era una calle perdida, apenas nadie vivía por allí, a la gente le daba miedo hasta oír hablar de ella, más que nada por las leyendas urbanas, pero yo hacía caso omiso de las habladurías, desde siempre me gustaba ir a aquel parque, no por los columpios, si no por el silencio, era un sitio en el que poder relajarse o dejar la mente en blanco, silencio, silencio y más silencio, tras las tardes de discusiones en mi casa, tras las disculpas constantes de la que era mi mejor amiga y las incesantes preocupaciones de mis profesores sobre mis ataques de asma.
En aquel parque podía ser yo misma, sin máscaras, sin intentar mostrar una sonrisa forzada y sin ni si quiera hablar cuando necesitaba relajarme.

Oí unos llantos, me giré y vi a una chica sentada en el suelo, lo que más me llamó la atención de ella era su melena pelirroja.
Nos quedamos mirándonos un instante.
-Si quieres.-dije.-puedo escuchar.
Hubo minutos y minutos de silencio en los que solo se oía como la chica inspiraba sorbiendo mocos por la nariz.
-Siempre es igual, me promete que va a cambiar y nunca cambia, siempre vuelva a pasar lo mismo.-Me quedé mirándola un momento.-Siempre acaba enrollándose con otras.
-¿Puedo contarte una historia?-le pregunté. Ella asintió y se sentó en el columpio que estaba a mi lado.

No muy lejos de aquí, en una fachada bien mostrada a la sociedad, vivía un buen mozo que decían que era el mozuelo perfecto para cualquier moza de buen calibre.
El mozo se presentó a una moza, no era rica, tan poco pobre, pero había sido maltratada por su padre desde que era chica.
-Mi padre-le dijo la moza al mozo- pegaba a mi madre desde antes que yo naciera, ya después me pegó a mí y la mató a ella de un mal golpe.
El mozo y la moza se hicieron buenos amigos, pero ni entre los ángeles son todos ángeles ni entre los demonios todos demonios.
Un día discutiendo, al mozo se le fue la mano y le pegó una pequeña guantada, la moza tuvo que echarse maquillaje durante varias semanas y él se disculpaba a todas horas mientras le regalaba rosas y más rosas.
Luego volvió todo a la normalidad pero volvieron a tener diferencias y esta vez en lugar de una guantada, el mozo le pegó un puñetazo, el mozo le pidió perdón llorando y le regaló miles y miles de rosas de todos colores, aromas y significados.
Ella una noche mientras se desmaquillaba el ojo morado recordó como la noche en que su madre murió le dijo así: “A quien te lástima, consiéntele una vez, pues si vuelve a repetir lo hará una y otra vez, si vez que no cesa este mal y que se te irá todo el bien, pues aléjate del que te daña, miente o hiere, pues cuando se cansé te matará. Nunca olvides estas palabras ya que yo lo hice, no se aprende del mal ajeno, pero has vivido más de lo que corresponde.”
La moza llamó a la guardia del pueblo y les contó lo que estaba sucediendo, ellos la protegieron, pero poco después el mozo se volvió a enamorar pero la que fue su mujer no manifestó su miedo y su dolor, acabó con una corona de flores en una tumba del pueblo, la primera moza seguía enamorada del mozo y cuando lo veía por la calle él la miraba con resentimiento, las miradas le herían constantemente, pero conoció a un mozo que la supo valorar, respetar y que nunca intentó dañarla.

-Con todo esto solo quería decirte, que puede que te duela, pero que deberías intentar olvidarlo.
-¡No! ¡Tú no lo entiendes! ¿Alguna vez te han puesto los cuernos?-dijo la chica mientras se alejaba.
-¡Sí! ¡Y me los puso con la que yo creí que era mi mejor amiga!
La muchacha pelirroja se dio media vuelta y se volvió a sentar a mi lado, estuvimos un rato en silencio.
-Me llamo Dulce.
-Yo soy Natalia, me puedes llamar Naty.
-¿Cómo te enteraste de qué te la estaba pegando?
-Me presenté en casa de mi amiga porque sospechaba que mi novio me estaba engañando, y me encontré con que así era, pero lo que yo no me esperaba era que fuera con ella. ¿Y tú?
-Me dice que se va con los amigos a jugar al billar o a dar una vuelta y cuando lo beso pues noto un sabor que no es el de él, una noche lo seguí, se iba al puerto a enrollarse con todas las que pudiera y con más.
Nos quedamos en silencio sin saber qué más decir.
-Ahora he quedado con mi hermano y con sus amigos. ¿Quieres venirte? Aviso, somos todos latinos.
-A lo mejor les molesta que vaya.-dije.
-No si vienes conmigo.
-En ese caso vale-me dejé convencer.

domingo, 28 de abril de 2013

Capítulo 1


 Hay que saber diferenciar entre realidad y sueño.


Cada día se aprende algo nuevo, pero una vez dijo un gran filósofo que nunca llegas a saberlo todo.


       Miré mi ventana, la lluvia caía y aunque fueran las siete de la tarde el cielo estaba oscuro y el agua fluía por doquier, vi mi reflejo en el cristal observé como mis ojos marrones se hacían cada vez más tristes y mi cabello moreno rizado me caía por los hombros y entonces miré más allá, en la calle.
Había unos chicos entrando al jardín e iban encapuchados.
Me levanté del poyete y bajé apresurada las escaleras de granito con la barandilla de madera, iban en forma de caracol lo que me dificultaba correr escaleras abajo.
-¡Mamá! ¡Papá!-grité cuando ya llegué a la puerta de la casa la cual estaba abierta.
En diecisiete  años nunca se habían colado en casa, me asomé al salón y vi a los chicos armados a punta de pistola apuntando a mi padre.
-La caja fuerte.-dijo uno de los chicos, era robusto y alto, el acento claramente no era español.
Sentí como me empujaban hacia adelante y me sujetaban de la cintura mientras me rozaban con una navaja el cuello.
-Mirar lo que he encontrado, chicos.-oí que decía el chico que me tenía cogida.-Como intentes escapar o gritar te rebano el cuello.
-Sería una pena.-dije con desdén. Me dio la vuelta y me miró a los ojos, eran oscuros y rasgados, llevaba un pasamontañas. Entonces descifré su acento el cual parecía sur americano… ¿Se habían colado en mi casa un grupo de latinos?
Recopilemos lo últimos hechos, mi mejor amiga se enrolló con mi novio, dejé a mi novio y ahora se colaban en mi casa un grupo de latinos a robar a mi padre. ¿Pero qué le pasaba a la gente?
Y bueno, vale que parezca que nos sobra, en lo cual no estoy muy al tanto, la verdad. Y aunque en mi familia nos gusta ayudar todos sabemos que estos chicos no utilizarían el dinero para nada bueno, a lo mejor lo gastaban en drogas o en armas o en algo por el estilo.

-A mí no me vengas con chulerías.-me dijo el chico.
-Eso no te atreves a decirlo sin la navaja en la mano.-dije con un tono aún más de chica chula.
-Natalia relájate.-oí que me decía mi padre, yo le sonreí al chico y él soltó la navaja.
-A mí no me vengas con chulerías.-dijo haciéndose el listillo, todos sus amigos empezaron a reírse y yo me reí con ellos.
-Eres lo más gracioso que me ha pasado en días.-dije con una sonrisa forzada.
El chico acercó su cara a la mía y sus labios casi rozaban los míos.
-¿Te crees que vives en una bola de cristal y que nadie te puede hacer daño?
-¿Te crees que por qué tengas una navaja y tus amigos estén armados en mi casa tienes poder sobre mí? ¿Eres tonto? Tienes problemas, enserio.
-Tú también tienes problemas.-me dijo.
Sus ojos, sus ojos eran como… no sé como explicarlo pero sentía que podía meterme en ellos y me sentía tranquila en aquel mar de peligro, si, parece una locura, pero su mirada era intensa, y sentía que mi corazón se aceleraba como si estuviera en una importante maratón, podía quedarme todo el tiempo del mundo mirando aquellos ojos.
-Ya, pero los tuyos son mentales.-sentí como me apretaba el brazo mientras me sonreía.- ¡Aaahh!-grité con intensidad, me hacía daño y sentía como me cortaba la circulación.
-¿Sigues creyendo qué no tengo poder sobre ti?-me preguntó.
-El poder es moral no físico.-me apretó aún más.- ¡Aaahh!
Le miré fijamente a los ojos, podía sentir como su sonrisa era forzada, como él no quería estar aquí, lo sentí, sentí su soledad, sentí su tristeza y su inseguridad. Sacudí la cabeza dejando atrás todo lo que acababa de ver.
Me sentí completamente cansada.
-Sujétame.-le dije al chico que me estaba apretando, la presión paró y sentí como mis piernas se flexionaban, no me podía mantener en pie, él me cogió en brazos y me tumbó en el sofá.
-¡Natalia!-oí que gritaba mi padre.- ¡Necesita el aerosol!
Sentí como me empezaba a ahogar, sentí los labios del chico sobre los míos y comenzó a hacerme el bocaboca, empecé a sentir que algo de aire entraba en mis pulmones, mi padre se acercó por detrás del chico y mientras que lo apartaba de un empujón me dio el aerosol, luego se encargó de que todos los chicos se fueran.
Me costó cinco minutos más o menos lograr estabilizarme, me levanté del sofá y sentí como me golpeaban con algo la cabeza.